...


 EL RENACER DE LOS CABALLEROS DE ORO


La lava ardía con gran intensidad, su rojo intenso alumbraba una de las zonas más apartadas del mundo del infierno. Si el Cocythos, el lago congelado de la muerte era terrible, ese lugar lo era aún más. Durante toda la eternidad las llamas ardían sin cesar y ningún mortal podía atravesar ese lugar sino era con protección divina.

Una pequeña zona de tierra se encontraba ligeramente por encima de la lava. Sobre ella se encontraban cuatro figuras, tres encapuchados con túnicas blancas y una persona que no aparentaba más de los 20 años, su cabello era de un color claro y brillante, difícil de describir, le llegaba hasta la cintura. Sus ojos eran de color amarillo que parecía que echarán pequeñas chispas hacía donde mirara y su cuerpo era tan hermoso que cualquier caería postrado ante él.

El lugar comenzó a temblar momentáneamente. El joven miró al cielo y luego bajo la vista.

- La batalla debe estar a punto de terminar – dijo el joven avanzado unos pasos.

- Pero mi señor, ¿no deberíamos ayudar a Hades? – Preguntó uno de los encapuchados, su voz era muy grave.

- Esta batalla es suya no mía. Debería aprender de sus errores.

- ¿De todas formas que hacemos aquí mi señor? – Preguntó el otro encapuchado cuya voz era más suave.

- Por esto

El joven señaló al frente. Había una fila en horizontal de un total de diez lápidas. El tercer encapuchado se acercó y se agacho sobre una de ellas. Luego se levanto sorprendido y miró a su señor.

- ¿¡Pero sí son…!? – Exclamó con una voz que era muy serena y encantadora, era una mujer.

- Exacto.

Los otros dos encapuchados no lo entendieron por lo que se acercaron a las lápidas. Al verlas más de cerca comprendieron la sorpresa de su compañera.

- ¿Q-Qué hacen aquí? – Preguntó el de la voz ronca.

- Es el castigo que recibieron por participar en la anterior Guerra Sagrada 243 años atrás. Han sido los mejores caballeros de la historia.

- ¿Piensa resucitarlos señor Zeus? – Esta vez preguntó la mujer - . Hades resucitó a varios caballeros y no le fueron fieles.

- Estos lo serán. Por servir a Atenea han tenido que pagar conocer las llamas de este infierno una y otra vez sin descanso hasta el final de los tiempos.

- Pero faltan dos….

- Los otros dos sobrevivieron a la guerra y han participado en esta, por lo que no podré usarlos.

El lugar comenzó a temblar. Zeus alzó la vista un momento y luego la bajo.

- Hades ha muerto

Los tres seguidores de Zeus se quedaron de piedra al oírlo.

- ¿Han ganado los caballeros de Atenea?

- ¿Cómo es posible?

- ¿Han logrado matar a un dios?

Zeus no hacía caso de los comentarios de sus hombres. Solo reflexionaba un momento. Realizar la resurrección de esos diez le llevaría tiempo y era algo que necesitaba, por lo que tenía que hacer algo que entretuviera a Athena durante un tiempo.

- ¡Escuchad! – Gritó Zeus en tono autoritario y sus tres hombres le miraron - . Decidle a Apolo que se ocupe de Atenea y sus caballeros. Y que se encargue de castigar a los caídos en la batalla por levantar su mano contra los dioses.

- ¡Si señor!

Los tres desaparecieron del lugar. Zeus quedó mirando un momento las tumbas y luego sonrió.

- Pronto nos volveremos a ver hija mía… Falta ya muy poco.

DOS MESES DESPUÉS…

El bosque estaba en paz. Los rayos de sol se filtraba entre los árboles, iluminando el interior de manera suficiente como para ver hasta que cayera la noche. Se oía el cantar de los pájaros y se podía percibir hasta el ruido de una hoja al caer en el río si se ponía la atención suficiente.

Saori Kido observaba el paisaje desde la terraza de su casa de campo. Entonces se percató de un ruido. Se giro y vio llegar a un joven de cabellos castaños y ojos marrones que no la miraban a ella sino al bosque. Su camiseta era de color roja y vestía unos vaqueros de color azul. A su espalda llevaba una especie de saco. El joven se percato entonces en Saori.

- Oh, discúlpeme. No era mi intención irrumpir así. Pero es que este lugar es tan hermoso y me resulta tan familiar que no me he podido resistir.

El joven hablaba con tranquilidad y con un tono de voz que bailaba en los oídos de Saori. Esta le sonrió y le habló.

- No tiene de que preocuparse, estoy sola aquí.

Ambos se miraron por un momento y sonrieron mutuamente. El sol comenzó a ocultarse y Saori miró al cielo, luego miro al joven.

- Parece que esta anocheciendo, ¿tiene algún lugar donde alojarse?

- En verdad viajo buscando a alguien, por lo que duermo donde puedo cuando cae la noche.

Saori miro de nuevo al muchacho. En sus adentros sabía que no debía pedirle que entrará pero no lo podía evitar.

- Puede pasar la noche en mi casa si lo desea, las noches en este bosque son muy frías.

- Le agradezco su hospitalidad.

El joven entró acompañado por Saori. En el salón, el chico dejó el saco encima de uno de los sofás y observó la decoración. Todo parecían ser muebles caros. En la parte este del salón, parecía no haber pared, pues una serie de ventanas formaban lo que era ese lado.

Tras observar la habitación, el joven se percató que Saori lo observaba. En aquel momento se dio cuenta de su descortesía.

- ¡Ah perdone! No me he presentado. Me llamo Seiya.

Saori sonrió al ver la actitud de Seiya.

- Yo soy Saori Kido

Ambos estrecharon la mano.

- Encantado de conocerla señorita Kido.

Se volvieron a mirar y sonrieron. En ese momento el estómago de Seiya empezó a sonar pidiendo comida. Este avergonzado se disculpó. Saori rió por lo bajo.

- Dentro de poco estará lista la cena, espere por favor.

La cena era comida de lujo que Seiya no recordaba haber probado en su vida. Durante la misma, hablaron de diversos temas, como por ejemplo, la razón del viaje de Seiya.

- Así que esta buscando a su hermana mayor…

- Si. Se llama Seika. Cuando éramos pequeños nos tuvimos que separar y me gustaría volver a verla. Pero además…

- ¿Además…? – Preguntó Saori extrañada por esas últimas palabras.

- A veces siento como si en mi interior estuviera buscando a alguien más, pero no sé a quién. Muchas veces en mis sueños veo una figura que grita mi nombre… pero jamás logro ver quién es.

Saori lo observó y luego miró su vaso de vino con tristeza. Tenía frente a ella el que había sido el más valioso de sus caballeros y al cual ella tanto quería, pero no podía decirle nada. Ahora Seiya vivía como un ser humano normal y era eso lo que merecía tras tanta batalla.

La conversación iba muy bien, pero de pronto los cristales de las ventanas de la sala este de la habitación se rompieron en mil pedazos.

- ¿¡Qué es eso!? – Exclamó Seiya mientras se ponía en pie y miraba hacía la zona de las ventanas.

Saori iba a ir a averiguar que había pasado, pero una figura vestida con un manto negro entró en la sala. A su espalda había dos alas cubiertas por la capucha.

El extraño parecía mirar en muchas direcciones. Al final, su mirada se paro en Saori.

- ¿Es usted la señorita Saori Kido?

Saori afirmó con la cabeza.

- Le agradecería que me acompañará por favor.

- ¿Quién es usted?

- Eso poco importa ahora. Por favor, haga el favor de acompañarme…

Seiya se puso delante del individuo y lo miró con una mirada desafiante.

- ¿Quién te crees que eres tú para entrar así en esta casa? ¿Y qué modo de hablar es ese?

Saori iba a gritar a Seiya que se alejará de aquella persona, pero se fijo en el encapuchado que parecía estar sorprendido de ver a Seiya.

- ¿T-Tenma? ¿Eres tu Tenma? – Fue lo que preguntó el encapuchado. Esto sorprendió enormemente a Saori quién miro un momento a Seiya.

Seiya por su parte hizo una mueca de no entender que decía ese desconocido.

- ¿Tenma? No sé quién es ese, me debes confundir con otro. Yo me llamo Seiya

El encapuchado miro un momento pensativo a Seiya y luego preguntó.

- Dime una cosa, ¿eres un caballero?

Seiya no pareció entender lo que el extraño le decía, pero Saori se encontraba cada vez más nerviosa. ¿Quién era ese individuo que parecía saber quién era en realidad Seiya?

- Mira, no sé de que tonterías estas diciendo ni con quién me estas confundiendo. ¡Pero te voy a echar de aquí!

Saori vio como Seiya iba a atacar al desconocido e intentó gritarle para que parara.

- ¡Seiya no!

Pero Seiya no hizo caso e intentó golpear con una patada el estómago del individuo. Seiya creyó haberlo golpeado, pero cuando miró hacía el lugar del impacto, comprobó como el individuo paraba el golpe con un solo dedo el cual ni entraba siquiera en contacto con su pierna, sino que emitía una especie de energía dorada que los separaba.

- Desaparece de mi vista

El cuerpo del extraño comenzó a emitir un aura dorada que lo rodeo. Atenea se percató de ella y Seiya salió disparado contra la pared al otro lado de la habitación, atravesándola y saliendo disparado hacía la otra sala.

Saori quiso salir corriendo en busca de Seiya pero no podía dar la espalda al desconocido.

- Eso… eso estoy segura que era un cosmos… pero no un cosmos cualquiera… sino el de un caballero de oro… ¿Quién eres tú que posees un cosmos tan poderoso?

- ¿Ya os olvidasteis de mi, diosa Atenea? – Mientras hablaba miró fijamente a Saori y esta pudo ver un poco a través de la capucha, le pareció ver un rostro familiar.

- N-No puede ser….

- Veo que ya me recordáis… - el encapuchado tomó la capucha por el pecho y la arrancó dejando a la vista una armadura que brillaba tan potente como el oro. Era la armadura de oro de Sagitario - . Soy Shiro, caballero de oro de Sagitario.

Saori se quedó sin palabras. El joven de cabellos negros y ojos de color marrones, pero no un marrón puro como el de Seiya sino uno más claro la miraba atentamente.

- ¿Q-Qué haces aquí? – Fue lo único que se le ocurrió a Saori preguntar - . Estabas muerto.

- Así es, pero el señor Zeus me ha devuelto la vida.

- ¿¡Zeus!? – Exclamó Saori en su interior.

- Me ha pedido que os lleve ante su presencia, así que si sois tan amable de acompañadme diosa Atenea.

Saori comenzó a caminar, pero la voz de Seiya le hizo detenerse. Se giro y lo vio en pie, lleno de arañazos por todas partes y trozos de madera cayéndole por todo el cuerpo.

- E-Espera…

Shiro no parecía prestarle atención a Seiya, para el, era como si no estuviera.

- No sé que esta pasando… pero no voy a dejar que un loco como tú se la lleve… - Seiya respiraba con dificultad, el golpe había sido más fuerte de lo que imaginaba, y no sabía como era posible que aún se mantuviera en pie.

- Eres persistente…. Pero te recomendaría que lo dejarás. No vas a poder hacer nada contra mí Tenma.

- ¡Yo me llamó Seiya!

Seiya comenzó a correr en dirección a Shiro para golpearlo. Aun viendo como su cuerpo emitía una energía de color dorado no se detuvo y continuó su embestida. Shiro pareció imitarlo y corrió hacía Seiya. Cuando ya lo tenía casi enfrente, Seiya se percató que el puño de Shiro se encontraba cubierto por una luz dorada.

- ¡Colmillo infernal!

Shiro golpeo el estómago de Seiya y lo lanzó hacía arriba. Luego saltó y, tras ponerse a la altura de Seiya, y golpeo de nuevo a Seiya con el mismo puño haciendo que este se estrellará contra el suelo, clavándose en él.

Shiro comenzó su descenso para golpear una última vez a su indefenso adversario, pero la voz de Saori lo detuvo.

- ¡Shiro para!

El puño de Shiro se detuvo justo frente a la cara de Seiya. Luego miró a Saori.

- Iré contigo, pero no le mates.

Shiro se reincorporó y miró a Saori con una sonrisa.

- Esta bien.

Saori corrió hacía Seiya y lo examino. Realmente estaba herido, pero aún respiraba. Lo cogió de uno de los brazos y como pudo lo tumbo sobre el sofá. Luego, lo cubrió con una manta y usando su cosmos le curó las heridas.

- Seiya… siento que haya pasado esto

Tras acariciar y besar la frente de Seiya, Saori se levantó y caminó hasta colocarse al lado de Shiro.

- Bien, vamonos.

Ambos desaparecieron en la oscuridad de la noche y Seiya se quedó inconsciente en el sofá sin saber nada de lo que había pasado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario