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Gigantomachia

La Gigantomachia es una Novela oficial publicada por Shueisha en la colección Jump Books, editada en Japón el 23 de agosto de 2002. El autor es Tatsuya Hamasaki con la supervicion de masami kurumada como consejero y compilador

La historia ocurre entre las sagas de Poseidón y Hades, esta edicion consta de dos
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PERFILES
- Seiya
Constelación: Pegaso. El protagonista de la serie. Fue adoptado por la fundación Graad y se volvió Santo de Athena después de su viaje de auto-perfeccionamiento hacia Grecia. Será que veremos el renacimiento del Pegasus Ryûsei Ken?

- Shun

Constelación: Andrómeda. Hermano menor de Ikki, quien es considerado el más poderoso de los Santos de Bronce. Bondadoso y sereno, Shun no gusta mucho de luchar y termina usando su cadena más para autodefensa que como arma de ataque.

- Athena

Saori Kido. Reencarnación de la diosa, que surge ocasionalmente a través de los siglos, cada vez que el mal amenaza dominar la Tierra. Para los Santos, ella es el símbolo de la Justicia.
- Gigas
Agrios, Thoas, Pallas, Enkelados... – nombres de algunos de los gigantes malignos exiliados por Athena en la antigua Gigantomaquia.

- Mei
Un amigo de la infancia de Seiya, que aparece por primera vez en esta historia. Recibió un entrenamiento para ser Santo en Sicilia. Su nombre significa alianza, compromiso o pacto.

- Yulij
Constelación: Sextante. Una de las oficiales auxiliares. Llevada del Santuario hacia Sicilia.

- Hyôga
Constelación: Cisne. Discípulo del Santo de Oro Camus. Siempre muy frío en sus sentimientos, así como el lugar donde fue entrenado, la helada tundra siberiana.

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ORESTES

Cuentan las leyendas griegas que fue en la famosa Acrópolis que ocurrió la disputa entre la diosa Athena y Poseidón, el dios de los mares por las tierras de Ática.

Athena había sido escogida por el pueblo como su protectora después de hacer nacer una oliva en una piedra. En su homenaje, los atenienses construyeron un enorme santuario de mármol, originalmente pintado en colores brillantes en una roca de 800 metros de diámetro. La Acrópolis, o “ciudad alta”, se erige a una altura de 70 metros de la capital griega.

Despintadas por el tiempo y castigadas por siglos de historia, las construcciones de la Acrópolis continúan siendo admiradas y reconocidas hasta los días de hoy como uno de los más grandes hechos de la humanidad.


Es de noche.

- Está haciendo menos calor ahora, no?- los cabellos color de lino de Shun se mueven con el viento en el teatro a cielo abierto. Él hace el comentario en voz baja, volteándose para atrás, desviando su mirada del palco para observar la Acrópolis.

Es verano. El sol se oculta como si se colocara encima de Atenas.

En esa época del año, solo comienza a oscurecer después de las ocho de la noche, cuando un tono de azul profundo se esparce lentamente por la ciudad. Intensas luces doradas se encienden en la Acrópolis, iluminando las columnas del Partenón, los bajos relieves y cada detalle desfigurado por el tiempo.

- Señor Nicole, gracias por acompañarme.
- De nada- dice Nicole, sonriendo.- Es siempre bueno venir al teatro.

Nicole está sentado al lado de Shun en la platea. Es un hombre elegante y simpático, a pesar de que su ropa toda negra parece un poco pesada de más para el verano del Mar Egeo. Con cabellos castaños y una mirada tranquila, es lo que podemos llamar un verdadero “intelectual”.

- La verdad es que yo invité a Seiya... Pero él dijo que iba a morir de aburrimiento.
- Ahora, traer a un chico fregado a una pieza de teatro clásico sería arriesgar nuestro ingreso y que nos boten.

Shun sonríe y su rostro adolescente brilla con la luz reflejada por la piedra. A pesar de ser muy joven, él no tiene el aire infantil de la mayoría de los muchachos de su edad.

Los dos están sentados juntos en el punto más alto del auditório.

- Qué sabes sobre el Odeón?- pregunta Nicole.
- No mucho.

Construido en el 161 a.C., el enorme teatro tiene capacidad para 6 mil espectadores y una acústica impresionante.

- Hasta aquí se puede escuchar el sonido de una moneda cayendo en el palco- explica Nicole.- También es llamado como el Odeón de Herodes Atticus, en homenaje al político romano que dio los recursos para su construcción. Fue reformado después de la Segunda Guerra Mundial y hoy recibe artistas de todo el mundo.
- Parece que el gusto de los griegos por el teatro es el mismo desde la antigüedad hasta los días de hoy... – comenta Shun.
- Aquí nosotros vamos al teatro como se va a un juego de Fútbol.

Piezas clásicas, como la de hoy, son generalmente presentadas en teatros al cielo abierto, sin correr mucho riesgo de cancelamiento por causa de lluvia; en Grecia cerca de trescientos días por año son soleados.

- Pero ellas solo pueden comenzar cuando las luces se encienden, después de la puesta del sol, y por eso acaban bien tarde.
- Este espectáculo tiene cinco horas de duración...
- La noche va a ser larga!- dice Nicole, sonriendo.- Todos los griegos, incluso los niños, duermen muy, muy tarde.

Este es el intervalo entre la primera parte de la Trilogía Orestiada, de Esquilo. Nicole quiere saber lo que Shun, un muchacho japonés, piensa del teatro clásico griego.

- Muy interesante- dice Shun.
- Piensas lo mismo? Las obras de Esquilo son grandiosas, sin duda, pero también pueden ser bastante cansadas...

Esquilo vivió en el siglo 5 a.C. y fue uno de los 3 grandes autores de tragedias. Sus piezas continúan siendo mostradas no solo de la forma clásica, sino también de las más diversas interpretaciones contemporáneas.

La Orestiada se pasa un poco después de la Guerra de Troya, aquella de Odiseus, Aquiles, Héctor y Helena. El conflicto es desencadenado por una manzana de oro dedicada “a la más bella”, lanzada entre las divinidades por Eris, la diosa de la discordia- y acaba de hecho involucrando a la mujer más bella del mundo, Helena de Troya.

La primera parte de la Trilogía se llama “Agamenón”. En ella, el personaje-título, comandante en jefe de los griegos y rey de Micenas, ofrece a su hija Ifigénia en sacrificio. La reina Clitemnestra queda indignada y arma un plan para asesinar a Agamenón, con ayuda de su amante, Egisto.

- Seiya se dormiría solo con oír esa explicación- dice Shun
- La próxima vez trata de llevarlo a una comédia, de aquellas bien vulgares. Es el tipo de cosa que a los niños de la edad de él le gustan- Nicole ya había oído hablar mucho de Seiya, y se refería al muchacho con un gesto inocente y juguetón.

Después del intervalo, comienza la segunda parte de la pieza: “Coéforas”.

Nueve años pasaron desde la muerte de Agamenón. Su hijo Orestes, que había sido enviado secretamente a un país vecino, jura al Oráculo de Delfos que irá a vengar la muerte de su padre.

El estilo de la presentación es fiel al teatro clásico, con actores enmascarados y los mismos efectos de palco de la antigüedad.

Orestes regresa a su país a escondidas para eliminar a Egisto, con ayuda de su hermana Electra, y acaba encontrando a la verdadera asesina de su padre: su madre, Clitemnestra.

Clitemnestra suplica por su vida. Orestes queda dividido por algunos momentos, pero no abandona la convicción de vengar la muerte de su padre, conforme lo ordenado por el Oráculo.

- Dí a luz una serpiente- dice la desesperada Clitemnestra.
- Tú mataste a quien nunca deberías haber matado. Por eso serás condenada a un sufrimiento que no debería existir- Orestes golpea a Clitemnestra con la espada, diciendo que ella no está siendo asesinada por su hijo, sino por ella misma.

La reina Clitemnestra cae muerta, esparciendo el rojo de la sangre por el palco. Matricidio. Todas las miradas de la platea voltean hacia el Orestes enmascarado, todavía sosteniendo la espada con la cual mató a su madre. La noticia de su acto llegará a los oídos de las tres Erinias, las diosas de la venganza, que lo llevarán a la locura en la tercera parte de la Orestiada.

Pero la presentación de hoy tiene algo muy errado. Nicole se levanta abruptamente, perplejo.

En el teatro clásico griego, un asesinato, nunca puede ser mostrado abiertamente delante del público. Es un tabú. La escena debe quedar implícita en la narrativa o acontecer fuera del campo de visión de la platea. Se puede oír el grito de la víctima, por ejemplo, pero es terminantemente prohibido mostrar la muerte, los detalles del crimen. Nicole sabe que quebrar esa regla en una pieza clásica sería algo inconcebible para una compañía teatral griega, sobre todo en una presentación teatral en el Odeón. Y las cosas se ponen cada vez más extrañas.

- Son dos?- susurra Nicole, incrédulo.

En el palco ahora están dos Orestes, usando la misma máscara. Desde cuándo el otro estaba allá? De donde salió él?

El actor que interpretaba a Orestes hasta ahora parece congelado por el asesinato que acaba de presenciar. Solo consigue gritar cuando su otro “yo” voltea la espada en su dirección y le arranca la cabeza, con máscara y todo, en un golpe preciso.

El teatro se viene abajo. No es mas una pieza, la tragedia de hoy es verdadera. El público despierta de la conmoción causada por la presentación, pasando de la ilusión a la realidad en segundos.

El falso Orestes salta del palco y corre por la platea agitando la espada manchada de sangre. Shun siente que aquella energía mortífera está dirigida a él. De hecho, el hombre tras la máscara se acerca rápidamente al punto más alto de anfiteatro.

La espada del asesino suelta chispas delante de los ojos de Shun, que se defiende del golpe mortal con una cadena que nadie parece saber de donde salió. Nadie entiende, tampoco, como un muchacho delgado consigue contener todo el peso y la fuerza del agresor.

- Quién eres tú?- pregunta el falso Orestes, con sus brazos musculosos y poderosísimos saliéndose del traje de palco.

El olor sutil que llega a la nariz de Shun es el de una fiera hambrienta. Él estira un poco más la fina cadena, que, en este momento, contradiciendo toda la lógica y sorprendiendo a todos, acaba reduciendo a polvo la pesada espada de bronce.

El asesino no parece intimidarse, y pasa a luchar con sus propias manos. Shun es el único que consigue seguir sus movimientos ultrarápidos. Apenas Shun percibe cuando él voltea hacia Nicole y suspende el cuerpo del griego en el aire, lanzándolo con una fuerza sobrehumana contra una pared de piedra. Pero ni siquiera Shun sabe donde está el agresor algunos segundos después, en medio de la confusión y del caos generalizado en el anfiteatro.

- Para donde se fue?

El muchacho, alerta, mantiene la posición de lucha con sus cadenas mientras protege a Nicole. No hay señal del Orestes enmascarado, que ya se sumió en la oscuridad de la noche de verano en Atenas.

Las voluntades de los Dioses, liberadas por el Universo en el momento de su nacimiento, se chocaron contra las figuras de vida esparcidas toda la tarde, y se refugiaron en las Estrellas.

En Uranus- el Cielo- se refugiaron las estrellas.
En Pontus- el Océano- tuvo inicio la vida.
Al sonido y al ritmo suave del Tiempo, el Mundo se desarrolló- y en él todas las personas nacían, morían y tenían su destino determinado por las estrellas.

Y seguían las estrellas su flujo por la vida, y la vida, por el flujo de las estrellas.

Antes que las propias personas se dieran cuenta, fueron surgiendo aquellos que traían en sus cuerpos las Voluntades de los Dioses. Eran receptáculos de sus Almas Inmortales, sus Profetas, o los propios Dioses adquiriendo existencia terrenal.

Cuando surgían esas encarnaciones de los Dioses, ellas procuraban guiar el “Mundo” de acuerdo con sus voluntades, enfrentándose y luchando entre sí. Aparecieron entonces guerreros para proteger a los Dioses, también escogidos por las constelaciones.

Estaba también Athena, y los Sagrados Guerreros de Athena.

El combate mortal entre los Dioses por la supremacía en el Mundo se extendió por espacios temporales inconcebibles para la mente humana.

En los campos de batalla, Athena estaba siempre rodeada de jóvenes guerreros que venían de todos los lugares de la Tierra para protegerla. Eran jóvenes verdaderamente dotados de Coraje y Fuerza. Sus golpes cortaban el aire, sus patadas desgarraban el suelo. Esos Guerreros de la Esperanza surgían siempre que el mal amenazaba con esparcirse por el mundo.

Pero sus nombres se perdieron en el Tiempo y son ignorados hasta por la misma Mitología Griega. Esos jóvenes legendarios y olvidados... los Sagrados Guerreros de Athena.

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ECHIDNA

El Santuario.

Vemos dos figuras en los aposentos al fondo de la Sala del Gran Papa: Una dama joven y un muchacho.

- Consigues verme, Mei?
- Saori... – El joven de cabellos plateados está echado en una cama y despierta lentamente. De pie delante de él está una doncella de belleza sin igual: La joven encarnación de la diosa Athena – Yo... estaba dormido? – Pregunta Mei, percibiendo que viste una túnica de tejido suave.

El más nuevo guerrero de Athena ya no está más con fiebre ni sudando y en su cuerpo no sobra ninguna señal de marcas de las garras del Giga Typhon. Sobrevivió al ataque, más su rostro pálido y sin color le dan una apariencia de una persona muy enferma.

- Dormiste más de diez días – explica la diosa, como si contase a un náufrago cuanto tiempo estuvo lejos de casa.

Mei recuerda la batalla librada en Sicilia contra los Gigas, gigantes mitológicos de tiempos inmemoriables, pero le cuesta recordar los detalles. De a pocos va recordando que había sido usado como una marioneta por la voluntad del resucitado dios Typhon, y que por eso había perdido casi todo su Cosmo.

- Diez días... todo eso...
- Pero estoy aliviada... – Suspira Athena – Tú respiración era casi imperceptible... pensé que nunca más ibas a despertar – La joven abre su corazón de forma sorprendentemente indefensa, tratándose de una diosa.

Por alguna razón, parece haber una compleja mezcla de sentimientos entre Saori y Mei, algo mucho más grande que una simple relación entre ama y siervo.

- Tengo una sorpresa para ti – Dice Athena, gentilmente – Una persona que está aquí para verte.

A la señal de la diosa se aproxima a la cama una figura extremadamente ceremonial, un hombre alto, de cabeza rapada, vestido de smoking negro.

- Tatsumi? Es usted? – Pregunta Mei en un tono de sorpresa.
- Que bien que el señor está vivo! – Dice el hombre con sus facciones ceñudas mojadas por una lluvia de lágrimas – Este su criado... no tiene palabras para expresar su alegría...!

Se trata de Tokumaru Tatsumi, administrador de la Fundación Graad y dedicado mayordomo de la familia Kido.

- Quiere decir entonces que usted continúa prestando servicio a la señorita Saori? – Pregunta Mei. El joven guarda aún la imagen de Tatsumi como una especie de niñera o guardaespaldas de la joven, impresión compartida en la infancia por todos los cien huérfanos reunidos por el fallecido Mitsumasa Kido para volverse Santos.
- Sí señor! El maestro Mitsumasa estaría feliz si pudiese estar aquí contigo!
- Tiene sentido... – Continua Mei – Athena es también la heredera de la Fundación Graad... Pero veo que queda mal andar de smoking dentro del Santuario!

Tatsumi suelta una risa sin gracia y levanta los hombros. Su sonrisa es sincera y sus hombros largos como los de un boxeador.

- Yo ni lo imaginaba...! – Dice Athena con una voz temblorosa.
- Se lo contaste, Tatsumi? Pero estaba prohibido hablar de eso, por mí y por mi padre.
- Lo sé, mi señor! – Tatsumi se curva delante del joven – Pero... hace tanto tiempo. El maestro ya no está más entre nosotros y como el tanto deseaba, la señorita Saori despertó como Athena. El... maestro Mei, el señor está vivo! Este su siervo no sabe como contenerse...
- Esta bien, olvídalo – Dice Mei, de la forma más calmada que puede.
- Yo no sabía hasta ahora, Mei, tú eres el heredero de mi abuelo... de la familia Kido! Tatsumi me contó como tú me trataste con cariño, como una verdadera hermana, mientras yo era criada como la nieta de mi abuelo. En verdad, la heredera de la Fundación Graad no debería haber sido yo, sino...
- No digas esas cosas – Interrumpe Mei.
- Y, por favor, señorita, nunca les cuente esto a Seiya y los otros
- Guardas resentimiento hacia mi abuelo? De las decisiones tomadas por tu padre?
- Señorita, la decisión no fue del maestro Mitsumasa! – Tatsumi no se contiene, ansioso por revelar la verdad escondida por tanto tiempo.
- La decisión fue mía – Explica Mei – Cuando descubrí que los huérfanos de la institución eran todos hermanos que tenían la sangre del mismo padre en las venas...yo no soporté el hecho de estar recibiendo un trato especial, sin que nada me faltase, como heredero de la Fundación Graad. Por eso, decidí por libre y espontánea voluntad tener el mismo destino de mis hermanos.
- Por libre y espontánea voluntad... – Repite Saori en un tono pensativo.
- Mitsumasa Kido es mi padre. Y también el padre de Seiya, de Shun, de Hyôga... de todos los cien huérfanos reunidos para ser Santos. Ese lazo de sangre nos acompañará por toda la vida.
- El abuelo sufrió hasta el último instante de su existencia por haber mandado a sus hijos a una vida infernal de sacrificios, para que se vuelvan Santos. Pero hizo todo eso para proteger el amor y la justicia sobre la Tierra.
- Lo sé, señorita – Mei levanta el rostro – No guardo resentimiento o rencor hacia mi padre. Por el contrario, estoy agradecido por haberme dejado enfrentar el mismo entrenamiento de mis hermanos. De lo contrario, yo no podría mirarlos a los ojos al reencontrarlos. No podría conversar con ellos sobre nuestra infancia. Sería eternamente perseguido por un sentimiento de culpa.
- Por favor, no se culpe.
- Pues yo digo lo mismo, Saori – Mei decide que esta es la última vez que la llamará por ese nombre – La señorita no debe tener ningún sentimiento especial por mi. Ahora, es Athena. Y yo un Santo de Athena. Ese es el destino de las estrellas, que yo mismo escogí seguir.
- Maestro Mei? – La voz de Tatsumi parece llena de sorpresa – El señor pretende continuar escondiendo su origen... y sus derechos?
- Lo pretendo. Cuando yo aún era un niño, hice esa promesa, y estaba dispuesto a morir por ella. Cómo podría romperla ahora? Al abandonar el apellido Kido, pase a ser solo Mei. Por eso, Tatsumi, quiero que me trate de la misma forma que me trataba cuando yo entré al orfanato. Que no sea por fingir, haga conmigo como hacía con mis hermanos. Y pare de llamarme maestro – Completa el joven, con una sonrisa amarga.

- Athena! – Interrumpe una voz venida del otro lado afuera de los aposentos. Pidiendo permiso a la diosa, aparece en la puerta Nicole, Santo de Plata de Altar – Mei! Despertaste! – Exclama el hombre. Su rostro recuerda a una estatua griega, de una belleza intelectual y galante.


El joven brinca de la cama y, con las piernas tambaleantes en una inesperada debilidad, de arrodilla delante del oficial mayor. Nicole, a su vez, se voltea hacia Athena.

- En calidad de Gran Papa sustituto, por tanto responsable por los Santos, le agradezco por haber salvado la vida de Mei – Y continúa, curvándose levemente en dirección de Tatsumi – Al noble Tatsumi, también me gustaría agradecer por interceder junto al ejército y al gobierno italiano en Sicilia – Solo entonces Nicole dirige la palabra al joven Santo – Dime, Mei, recuerdas que ocurrió mientras estabas siendo controlado por Typhon?
- Sí, pero los recuerdos son confusos. No tengo mucha certeza del orden de los eventos.
- Nicole, sea paciente – Defiende Athena – Mei acaba de recuperar la conciencia.
- Lo intento, diosa... pero necesitamos mucha información. La Tierra está en una situación crítica. Typhon desapareció en la erupción del Etna y debe estar recuperando sus fuerzas en este preciso momento.

A medida que organiza sus pensamientos, Mei se va apenando por las cosas que hizo cuando estaba bajo el dominio de Typhon. Había acertado a Nicole con un golpe en el teatro de la Acrópolis. Y peor: Por poco no había matado a Seiya en Sicilia.

- Cómo está Seiya? – Pregunta Mei, mientras mira sus propias manos en estado de Shock. Aún puede sentir en ellas el calor de la sangre de su hermano. El joven no está conforme con su debilidad - Como pude haber quedado totalmente a merced de la voluntad de Typhon?
- Seiya está bien, los jóvenes se recuperan rápido – Responde Nicole, casi brincando, con una mano en el estómago, donde Mei lo había alcanzado. Y entonces dice, en un tono extremadamente solemne: - Athena reconoce a Mei como si nuevo Santo.

La revelación inesperada toma al joven completamente de sorpresa.

- Le otorgo aquí el Traje Sagrado, que prueba tu misión de Santo... – Continúa Nicole, comenzando allí mismo la ceremonia de nombramiento de Santo.

Mei desvía la mirada hacia la Urna donde está la Cloth, colocada al borde del aposento. Es una caja negra, tan oscura que parece absorber la luz a su alrededor. En ella está la figura de una mujer recostada, tallada en bajorrelieve.

- Esta es la Cloth de Cabellera de Berenice, Mei, tu constelación.

Arrodillándose delante del Gran Papa sustituto, Mei jura lealtad eterna a Athena, volviéndose entonces oficialmente el Santo de la constelación de Cabellera de Berenice, el más nuevo Guerrero Sagrado de Athena.

- En nombre de Athena, yo, Nicole de Altar, te ordeno Santo. Deberás proteger a Athena y defender la justicia sobre la Tierra. La Cloth sagrada jamás deberá ser usada por intereses o batallas personales. Si por casualidad violaras la norma y mancharas el Traje... la constelación, la Cloth, en ves de protegerte, te destruirá.
- La Cloth me va a destruir? – Mei parece estar confuso – Al final, de que es esta Cloth negra?

De hecho, la Cloth de Mei no pertenece a ninguna de las tres jerarquías: Oro, Plata y Bronce. Nicole decide que este es el momento de contarle a Mei la historia de la antigua batalla contra los gigantes.

“La morada de Typhoeus”. Apenas un poema épico griego preserva en estos días el nombre del más poderoso de los Gigas. Con el tiempo: “Typhoeus” es otra forma de escribir “Typhon” ó “Tifón”. El dios de los Gigas es un remolino que no estará satisfecho hasta no destruir y consumir toda la Tierra.

Renacido en el mundo físico al romper el sello de Athena, el dios gigante de las tempestades se esconde en el punto más profundo de un conjunto de cavernas entrelazadas como un enorme hormiguero. En su delante está un Giga que viste un Adamas de cornelina.

- Mi señor... – Dice el Giga.

Pero Typhon no le presta atención. Sus pensamientos están muy lejos.

- Athena consiguió reencarnar en esta era en su plenitud... – Dice para si mismo. La mitad derecha de su cuerpo está forrada por llamaradas, las llamas inagotables de la gran tierra, mientras que relámpagos llenan la mitad izquierda como terribles vientos de temporales fantasmas. De la carne asimétrica nacen, como uñas, las placas de su negro Adamas de ónix. No es exactamente una armadura, es sino una coraza, como una parte endurecida del cuerpo – Athena consiguió reencarnar en esta era en su plenitud – Repite – Pero, que dices de mí? De este, mi cuerpo físico tan frágil?
- Quirri! El cuerpo de Enkelados... frágil? – Se sorprende Pallas, el Espíritu Estúpido. De hecho es resistente e poderoso el cuerpo físico que fue ofrecido a Typhon por su hermano más viejo, el sumo sacerdote Enkelados.
- No es suficiente para soportar mi verdadera fuerza – Responde Typhon, tocándose el mentón. El hueso lastimado por los golpes de Mei en el Monte Etna ya está completamente recuperado – Necesito un receptáculo digno de mi poder.
- Con todo respeto, su carne radiante fue totalmente rechazada, en sus cinco miembros por Athena – Con las palabras de Pallas, un flujo más intenso de luz brota de las llamas y relámpagos en el cuerpo de Typhon, iluminando todo el interior de la caverna. El lugar, con un inmenso altar, se asemeja al templo subterráneo del Monte Etna. Estamos en Tierra Santas de los Gigas.
- Maldita sea Athena y sus Santos! – Typhon está delante del altar, sobre el cual está lo que parece ser una estatua de grandes senos, representando talvez a una diosa. Pero un corazón pulsa en la figura, demostrando que se trata en realidad de una mujer viva, a pesar de tener los párpados y los labios cerrados como si fuesen hechos de piedra. Más aún: La imponente figura está embarazada – Es mi forma femenina – Explica Typhon.
- Oh! – Pallas, el Espíritu Estúpido, parece estar hipnotizado por la belleza de forma femenina de su maestro, enteramente desnuda, sus curvas provocantes ocultas apenas por los cabellos ondulados que llegan hasta la cintura. Basta con mirar con más atención para percibir escamas donde deberían estar las piernas de la criatura: Su mitad inferior tiene la forma de una serpiente.
- El calabozo del Tiempo Estancado – Por primera vez, Typhon dirige la palabra directamente a Pallas – En la antigua Gigantomaquia, poco antes de ser exiliado por Athena y sus Santos en el Monte Etna, sellé a los gigantes sobrevivientes. No fue Athena quien atrapó a ustedes mis hermanos en las profundidades del espacio fantasma. Fue mi voluntad.
- Cómo? – Pallas está confundido. Él siempre creyó que había sido aprisionado por Athena, junto con Typhon.
- Mis queridos hermanos más viejos, al contrario de mi, ustedes no son inmortales – Continuó Typhon – Si su cuerpo físico fuese destrozado, ustedes no oirían la llamada del renacimiento. Por eso, sellé tanto su carne como su alma en el Calabozo del Tiempo Estancado.
- Fue eso lo que ocurrió, mi señor? Usted, teniendo en sus manos al pelele de Mei, inicialmente desataste los lacres atados sobre nosotros, Gigas, en las más diversas regiones y...
- Y, mediante el sacrificio de sangre de los Santos y de dos de mis queridos hermanos, finalmente volví a la vida en el mundo presente.
- Y esta mujer, señor? – Pregunta Pallas, tragando en seco.
- Esta es Echidna – Responde Typhon – La última de las mujeres Gigas. Ella abriga en sí mi cuerpo carnal, el receptáculo de mi voluntad.
- Ah, entonces ya estaba preparando su propia reencarnación! – Exclama Pallas, finalmente comprendiendo el plan de su maestro.
- Si, el cuerpo carnal que Echidna guarda en su vientre abrigará mi voluntad – Y entonces, en un tono un tanto desanimado: Hasta eso, estaré hospedado en este cuerpo horrendo.
- Realmente que cuerpo horrendo! – Una voz surge de las sombras, de donde emergen tres figuras.
- Mis hijos – Dice Typhon, sin mirar a los recién llegados.

Pallas no entiende nada:

- Quirri! Hijos?
- Mis hijos, engendrados por Echidna en otros tiempos, criados en la cuna del Tiempo Estancado. Los sellos fueron rotos – Typhon no llama a sus hijos por sus verdaderos nombres: Si lo hiciese, ellos verterían sangre por las orejas y enloquecerían. De la misma forma, si los hijos mencionasen el nombre de Typhon, la lengua les sería arrancada y ellos perderían el habla.

Así las sombras se presentan ellas mismas a Pallas:

- Orthos, el Maléfico Can Bicéfalo.
- Chimaira, la Bestia Pluriforme.
- Ladon, el Dragón de Cien Cabezas.
- Hijos, ofrezcan su alma para mi resurrección.

Las tres figuras se arrodillan en silencio delante de la voluntad del dios de los Gigas.
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